jueves, 7 de julio de 2011

Lucky Strike


¿Cuántas veces te voy a decir Oksana que me molesta?  Como si Calixto hablara en swahili ella encendió lentamente su cigarrillo mientras se recostaba del copete de la cama. Una columna de humo la envolvió en la penumbra y, aspirando la muerte de la boquilla de su Silver Lucky Strike lo miró sonreída.  Grabándose en las pupilas cada detalle de esa piel dorada, aspirando más ese olor más narcotizante que la nicotina.

Calixto se viste con una lentitud pasmosa, mientras ella, solo cubierta de una sábana continua mirándolo, absorta en quién sabe en cuáles pensamientos.  Él trata de espantar un solo tormento, no quiere pensar en éso. No ahora mientras ella todavía está a su lado, pero ya la distancia entre sus pieles comienza a tomar cuerpo y pronto se convertirá en mil millas. Mira su reloj, ya debe partir al aeropuerto. Nunca con ella son suficientes las horas, los días ¿Bastará la vida?

Sacudiéndose la pereza, con esa oscilación felina que caracteriza su andar Oksana apaga la colilla en un cenicero y comienza a vestirse en silencio. En este momentos ambos se preguntan en qué estará pensando el otro, pero sellan los labios, aquellos que hace instantes jadeaban y gritaban los nombres, ahora enmudecidos. Estos últimos minutos son sagrados para ambos. Se les acaba el tiempo.

No me gustan las despedidas, mejor te dejo aquí. A ella se le agota la voz, trata de hacerse la fuerte. No deben notarse las lágrimas que sus ojos se tragan con fuerza. Toma su equipaje de mano, le da un beso en la mejilla y desciende del auto. Leerá algo en su Kindle mientras llega el avión. Por un instante voltea para saludarla con la mano, pero ella se come veloz el asfalto perdiéndose en la distancia que se presenta como un muro infranqueable. Su chaqueta aún conserva ese aroma, de un perfume tan rosado que sorprende al verla rociándolo en su blanco y desnudo cuerpo.  Los recuerdos están tan vivos que no parecen pasado, sino un presente continuado.

Las lágrimas tienen vida propia y descienden en torrente quemándole las mejillas, como hace instantes quemaba él con el fuego de su cuerpo hasta su alma. Maneja diez cuadras innecesarias antes de llegar a su casa.  Se detiene un momento y llora, deshaciéndose en un grito que ya le estaba asfixiando "Te amo" se le escapa poderoso, aterrador.  No puede darle más largas al asunto, debe regresar a su realidad. En el jardín Tommy se acerca juguetón a saludarla, pero ese instinto mágico que tienen los canes olfatea las mil millas de tristeza que trae en el alma, carga al diminuto perro y lo abraza calmándose en cada palmada.

La autopista estaba horrible, traigo un dolor de cabeza que me está volviendo loca; fue todo el saludo que le dio a Martín. Su marido la abrazó y ella sintió tanto asco, pero esbozó una mala sonrisa y un beso rutinario con los labios sellados.  Aún no profanarás mis labios, no todavía, pensó. Mientras fingió tomar un analgésico y un vaso de agua.  Lo bueno de todas las reuniones típicas de abogados es que Oksana puede recitarlas de memoria y Martín puede pretender que le interesa la diferencia entre una pretensión y una acción.

Por favor lléveme a la calle 85 con 140. Arrancó el taxi, tan blanco como ella, al volante un taxista dicharachero que en otro momento le habría parecido simpátiquisimo pero que hoy a Calixto se le tornó atorrante.  Llegó a un apartamento obscuro, más vacío porque ella no está.  En la nevera un jugo de naranja de hace tres días y esa soda que a Oksana le encanta -y que él detesta pero la tiene ahí, por si acaso ella regresa. Tomó agua e intentó dormir, pero esa pesadilla constante lo acechaba. La imagen de Martín tomándola del brazo, recorriendo los cinco lunares que ella tiene en la espalda, navegando entre sus aguas. Esa terrible pesadilla donde de pronto entra y acaba con la vida de ese remedo de periodista que lo aparta de ella, en otras solo la toma de un brazo y la rescata, pero la peor pesadilla es esa donde Oksana es feliz entre sus brazos tan torpes, donde se ríe de él, ambos se ríen de él.  Es lunes, debe tomar otro avión y las ojeras le destrozan el rostro.

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