domingo, 29 de mayo de 2011

Ya te extraño


Imaginaba una estación de trenes,la mirada perdida viendo desaparecer el tren donde él se aleja, y con él, mis besos en su piel.  La verdad, una urbana estación de autobuses, mi auto estacionado frente a ella. Ya sé que son los últimos minutos, segundos con él. No hay mañana. Quiero abrazarlo para siempre.

No sé por qué en esos últimos minutos nos dio por hablar de lo trascendente. No preguntarás en vano, sentenció él, dando por terminada la desazón que me producen esas preguntas con respuestas imposibles.  Quiero embotellar tu olor, me atreví a decirle antes de su partida. En realidad lo que quiero es que te quedes, eso no lo dije. Nuestros rostros dan por fugitivas las sonrisas, el tic tac del reloj me persigue inclemente. Ya sé que se va a ir, otra vez.  Es mejor que te vayas ahora, me dice con esa seguridad a la que no le niego nada. Pensé en decirle: no, no me voy a ir, quiero ver desaparecer el tren en la noche y quedarme aquí parada hasta que no quede rastro.  Pero no hay tren, tampoco hay más espacio para mis quisquillosidades.  Así que convengo al adiós adelantado, lo veo sacar sus cosas de mi auto, un abrazo que duró un instante, un beso de rutina, adiós.

Me toma un minuto o dos reponerme, esos escasos metros que nos separaban ahora ya se sentían como las mil millas de siempre.  Enciendo mi auto, coloco música y llevo los vidrios abajo -aunque sea peligroso- quiero que el aire de la noche me acaricie un rato la tristeza. Me he prometido no llorar, como me prometí no quererle. Un día aprenderé a no prometerme cosas en vano, las lágrimas decidieron darse un paseo nocturno y se escaparon de mis ojos. Ya te extraño...


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