Amaneció un dia lluvioso en su isla, pero Minerva estaba toda sol y resplandeciente. Por fin vería a Iván a los ojos. Ella no sabría como sería el encuentro, solo sentia el corazón acelerandose y las sonrisas brotando por todos lados. Se prometió a sí misma estar calmada, no dar saltos de alegría, ni hacer historias de estrellas de mar o caracolas. Que difícil era permanecer así, contrastando con tanta algazara con ese cielo nubladísimo, presagiando tempestad. Pero igual vistió de amarillo, del amarillo más hermoso que encontró para ir al encuentro de Iván.
Al verlo sintió que el corazón se escaparía de su pecho, sus ojos brillaron, ella sentía como si los tuviera repletos de luces de bengala. Minerva nunca supo que sintió Iván al verla. El le resultaba inexcrutable, pero le trajo la música más hermosa que ella hubiera escuchado, una música que sonaba a lluvia y a mares, a selva y a ciudades lejanas; un regalo perfecto.
Iván a ratos jugaba con el cabello de Minerva, como si buscara tesoros entre las hebras castañas. Minerva, con el corazón a mil revoluciones solo deseaba poder besarlo una vez, mil veces... mientras la lluvia caía, como rechazando tanto amarillo, tanta luz. Minerva ignoró las señales, estaba perdida en el fondo de sus ojos obscuros. Ojalá pudiera ella recordar qué hablaron, hablaron de todo, hablaron de nada... miraron caer la lluvia.
Llegó el momento de partir, debía Iván retornar a su isla y de pronto, en la orilla, mientras una llovizna se desgranaba, ocurrió lo que Minerva había esperado... por un instante o dos, sus labios fueron uno en un beso.
Me llevo la imagen :P! esos besos que nos aferran a la otra persona (suspiro) bueno tuve una epoca parecida, que lastima que los besos llegan a ser tan efimeros.
ResponderEliminarbesos!
Ger G713 gracias por pasar por aquí y llevarte la imagen... lo eterno de los beso es justamente lo efímeros que son...
ResponderEliminarbesos!