Lucía un vestido corto, tacones de vértigo, poco maquillaje y exceso de perfume. Primero llegó el olor de Pink by Lacoste y luego esa mujer de cabellos dorados y sonrisa increíble, perenne. Así entró ella a la vida de él, algo había en esa obscuridad que le fascinaba. Quiso descubrirlo, descifrar los algoritmos de ese hombre misterioso. Intentó llenarle los días de luz y sonrisas. Una mañana azul, tan azul como su vestido, se dió cuenta que ese hombre seguía inconmovible y lo dejó tal y como lo había encontrado... mirando el fondo de la copa.
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