Azraeeeeeeeel, Azraeeeeeeeeel grita la bruja mayor en el patio, léase mi abuela. Y la ausencia de maullidos le confirma lo temido, ya no hay gato en la casa. En cualquier hogar perder a la mascota representa cierto duelo, pero en casa de brujas es una tragedia. Después de todo, qué es una bruja sin su gato al lado.
Inicia la búsqueda del gato, como templario persiguiendo al santo grial, no aparece en su cesta, ni en la buhardilla, no está en el jardín, ni debajo del carro; tampoco lo encontramos en el clóset de las escobas, ni en las mágicas ni en las de barrer. No se sabe qué ha pasado con el gato, pero siento todas esas miradas dirigirse hacia mí. No en vano soy la aprendiz de bruja en esta casa, y ya espanté al pobre gato experimentando conjuros, lo chamusqué quemando pócimas y hasta terminó en lo alto de un sauce y hubo que usar un hechizo para calmarlo y darle un brebaje para curarlo. Toda la evidencia criminalística apuntaba hacia una desaparición espontánea de Azrael, pero cría fama y acuestate a dormir... fui la primera sospechosa.
Me hicieron buscar al gato en el fondo de mi caldero, ni rastro. Aprendí conjuros para ir a otras dimensiones y ni el holograma de Azrael apareció. Se leyeron cartas, runas y estrellas, nada de felino, perdido Azrael; y la casa de brujas huérfana de gato.
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