jueves, 15 de noviembre de 2012

Habibi, Habibi



"El encuentro entre dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas: si se produce una reacción, las dos se transforman"
Karl Jung

Recuerdo exactamente la tarde en que nos conocimos.  Era una tarde de calor en una estación de autobuses, yo estaba sentada leyendo y te sentaste a mi lado. ¿Qué lees? preguntaste, yo sin levantar la vista de mi libro te dije el nombre de la materia y continué leyendo. ¿Dónde vas bonita? Lo miré, me encontré sus ojos y su dulce sonrisa mirandome. Le dije el nombre de mi ciudad.  Vamos al mismo sitio, qué casualidad. ¿Puedo sentarme a tu lado? dijiste, no contesté.  Busqué un puesto con ventanas, no me gusta el calor.  Te sentaste a mi lado.  Así que estudias en la facultad de economía, asentí.  Era obvio, mis libros me delataban. ¿Tu que haces? pregunté.  Estudio derecho dijiste. ¿Cómo te llamas? preguntaste, María Victoria pero me dicen Vicky. Me estrechaste la mano y dijiste: Soy Jorge. Pasamos el viaje conversando, ya no recuerdo qué cosas, pero en adelante y por muchos meses fuimos inseparables.

Yo tan estudiosa y tu tan revolucionario, yo tan independiente y tu tan controlador, yo tan de tacones mientras que tu no dejabas esa odiosa gorrita. "¡Quitate la gorrita!" insistí muchas veces y tu sonreías, me obligabas a dejarte quieto y seguías encachuchado.  Eramos expertos en no estar de acuerdo en nada, si yo veia rosa, tu veías negro y si yo veía azul, obviamente tu lo encontrabas rojo, si para mí era horrible para tí hermoso y viceversa.  ¿Pelear por eso? ¡Jamás! Disfrutabamos tanto llevandonos la contraria, era parte de la diversión.  Siempre tu buscando ponerme a pensar, a salirme de la burbuja de cristal y yo deleitada en tu sonrisa, en lo filoso de tu pensamiento, distinto del mío sí, pero fascinante.

Recuerdo esa tarde en la inmensa biblioteca de tu oficina en el centro. Sí, tu me hacías ir al centro. Esa tarde mientras yo ojeaba no sé que libro me miraste muy serio y dijiste "Bonita, tienes que estudiar derecho" ¿Cómo tu? Claro, como yo y sonreíste con esa picardía con la que sabías sonreir. No, no voy a estudiar derecho ¿cómo crees? Si ya estoy en octavo semestre, me falta nada para graduarme. ¿Cambiarme a estas alturas?  Y soñaste tu bufete y el mío, siempre contrapartes y me dijiste todas las cualidades por las que creías que yo sería una gran abogada.  Te dí un beso, siempre hacía eso para hacerte callar, para ganar las discusiones a mi manera. Preocupate de graduarte Habibi, y después hablamos de mi segunda carrera.  Me dediqué a contarte las pecas de la espalda...

La casona del centro, la de la universidad, porque a ese centro también me hacías ir... allí pasé tardes esperandote, sentada en un banquito, y te veía salir con una victoriosa sonrisa de un examen que habías reprobado. Ay, Habibi dejate de la política cielo que por eso repruebas los exámenes. Bonita, no lo voy a dejar, eso me llevará lejos. Te llevó lejos, muy lejos de mí, hasta un ministerio... pero deberían pasar muchos años para eso.

Ocurrió lo increíble para muchos -pero que tu ya sabías- me obstiné de mi carrera, estando en el décimo semestre. Mi compañera de tesis resultó ser la bruja malévola de la que te cansaste de advertirme. No podía manejar, me daban ataques de pánico. Tu te ibas a esperarme en mi facultad, al otro lado de la ciudad, para que no me viniera sola a casa. No te espantaste cuando tiré la toalla y me tomé un semestre de descanso, para desintoxicarme de las brujas. Me dejaste espacio para limpiarme la mente y el alma, no se hablaba de la Universidad, no delante de mí.  Era como un pacto de silencio.  Tus amigos no entendían quién era yo, ni por qué ese silencio era tan importante... Tu amiga de la facultad de economía.

Llegó el día de graduarme, y me hiciste prometer que no haría esos trámites por mí misma, que te dejaría hacerlos.  Yo quise sentirme autosuficiente y fui a llenar todas las planillas para el acto de graduación, sentadita en los jardines de control de estudios con mi lapicero negro firmé y entregué los comprobantes de pago de los aranceles de grado.  Cuarenta y ocho horas más tarde estaba llamandote ahogada en llanto, no aparecía mi nombre en los listados de graduandos. Calmate bonita, calmate. No, no me calmaba.  Llegaste como un caballero de brillante armadura, bueno te bajaste encachuchado de un taxi y te morías de la risa. Yo, una Magdalena, las lágrimas me corrían solas.  Alguien se quedó conmigo, me dieron agua con azúcar mientras tú entrabas a tu reino, la Universidad, hablabas con alguien aquí y otro más allá. Voila! Aparecieron mis documentos, estaban traspapelados. Podía graduarme. Ese día celebramos con café.

Vestida de riguroso negro, de toga y birrete. Yo iba a dejar mi Universidad y tu seguías de estudiante. Fué la última vez que nos vimos en ese plan, en nuestro plan.  Te escabulliste, no sé por donde, te acercaste a mí y me dijiste "Felicitaciones, mi bonita", un beso en la mejilla y desapareciste en la obscuridad del anfiteatro antes que comenzara el acto.

Pasaron unos años sin vernos, tu cada vez más obsesionado con ese partido rojo y yo detestandolo. Me dijeron que te graduaste, me dijeron que trabajabas en una oficina pública y pretendí olvidarlo.  Una mañana, llegué entaconada a resolver un lío de trabajo, una multa. Me gritaron "Vicky, Mi Bonita!". Eras tú. Salí corriendo a abrazarte, un abrazo que pareció eterno y tal vez duró 3 segundos. Dejame verte ¿qué haces aquí? Vengo a resolver un lío del trabajo.  Revisaste mi carpeta, el caso. Vamos a mi oficina dijiste y comenzaste a caminar por un laberinto en el que te seguí en silencio. Mirando tanto rojo.  Me senté, incómoda estaba, y te apuraste a pedir café con splenda y agua para mí. Llamaste a la gente indicada, encaminaste el caso y pasamos la tarde conversando.

Así pasamos un tiempo, viéndonos en las oficinas públicas de tu trabajo, siempre podías ayudarme con un lío, aunque yo no lo pidiera. Llamandonos los días de cumpleaños, viendonos un día en Navidad. Te fuiste a la capital, yo me quedé en nuestra ciudad, llevandote la contraria.  Un día de febrero te llamé para decirte "Me inscribí en Derecho" y que alegría te dió saber que tarde había decidido seguir tu consejo.

Seguimos nuestra rutina de cumpleaños y Navidad hasta este año. Llamé a principios de Marzo para tu cumpleaños, no hablamos nada trascendente.  Tu llamada no llegó en Junio, pero en una campaña electoral no había razones para preocuparme, ya nos veríamos en Navidad.  Este Diciembre no nos veremos cariño.  Hoy me enteré de tu partida, esta vez te fuiste para siempre mi Habibi, y yo me quedé sin decirte que igual siempre te quise, que tu lugar en mi corazón es insustituible, que eres una persona importante en mi vida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario