martes, 1 de febrero de 2011

¿Cuánto dura la primavera?


A ver la cosa va así, él me arranca suspiros, me envía regalos que no son más que unos Cd difíciles de conseguir y videos de Donald que me hacen sonreír. Juro que nunca le he dicho que me encanta el Pato Donald, aunque es lógico que yo ame a un pato loco y refunfuñón ¿Qué no hay para amar en él?

Pero aparte de eso, nada más, distancia… a veces notitas en mi cajita negra de luces, o mini mensajes por aquí y por allá. A ratos me fastidia que no se deje querer y justo cuando me digo que no tiene sentido este gusto por quien parece huir de mí, entonces hay un detalle sorprendente que me recuerda por qué me gusta tanto. Todo sería tan fácil si él no me gustara tanto, tan absolutamente. ¿Quién dijo que este mundo es fácil? ¿Quién dijo que los lunares serán siempre contados? ¿Quién dijo que podremos estar bajo el mismo cielo, en la misma playa?

Pero en esta distancia ocurren tantas cosas de este lado del monitor, aparecen aquellos del pasado que no quiero volver a ver. Quizá por la cercanía de San Valentín –si es un día comercial, pero lo comercial es inherente al ser humano desde tiempos de los Fenicios, no voy yo a luchar con eso- o tal vez porque ya han sacado cuentas, es que han pasado seis meses desde que me fui y ahora estoy “sola”, como si eso fuera un estigma o un aviso de “disponible para los ex”. Debo emplear entonces esa mezcla de elegancia con maldad para invitarlos a seguir su camino, para aplaudirles el show sin que parezca una invitación al retorno. Estos no me complican la vida, apenas me fastidian y me hacen perder el tiempo. ¿Hay tiempo para perder?

Luego suceden unas cosas que no entiendo y se apoderan de mí las más extrañas ganas de violar el 90% de las reglas que me he establecido –en mi mundo hay reglas claro, todas son para mí- y vivir eso que me llena de expectativas, de ansiedad, de nervios… Siento que me puedo lanzar en benji, aunque sería del modo más extremo, sin cuerdas… y no sé si valga la pena, o si las expectativas sean superadas –es que el problema son las expectativas- o peor, que todas las expectativas se superen y este deporte extremo y peligroso se vuelva una adicción. Por lo cual estaría metida en un lío, conmigo misma, con mis reglas ¿Acaso las reglas no son para violarlas?

Finalmente debería yo estar preparando mis disertaciones, mis casos, mis tesis; pero todo esto me quita el sueño, él que no se deja querer y las reglas que están a punto de volverse trizas en cualquier día de primavera. Y me pregunto ¿Cuánto dura la primavera?

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