miércoles, 26 de enero de 2011

Peaje


Nada más común en la vida de un conductor que pagar el peaje, nuestro impuesto por circular en las vías, contribución de los usuarios al mantenimiento de las carreteras y causa de la cola eterna, donde perdemos minutos u horas. Común sí, y también muy fastidioso. En mi país al revés hace unos años que los eliminaron para los autos, con el pretexto de eliminar las colas, pero los atascos en el tráfico continúan y las casetas también.

Sin embargo, en mi mundo yo he ido eliminando los peajes. A la gente que me quiere no le hago pagar el peaje de mi mal humor -cuando viene, me lo banco solita- y yo misma me subvenciono mis excentricidades, mi adicción al sushi, la música que me encanta suena siempre en audífonos y a mis escritos llega quien quiere llegar. Pero así como yo no cobro peaje por mi cariño, quiero así, libremente y sin tributos; tampoco estoy dispuesta a pagar peajes por querer a nadie.

No quiero volver a estar en una situación donde yo tenga que "calarme" las malas caras de la suegra con esa mirada de desaprobación a todo lo que hago. Tampoco quiero soportar de nuevo en mi auto los audio libros new age que me atormentan, ni tener que desterrar a los Rolling Stones porque a él no le gustan -aunque a mi me encanten- no quiero pagar el peaje de soportar callada necedades, ni chistes malos, ni inconsistencias.

Yo creo que la responsabilidad de todo esto la tiene Don Víctor (aka mi padre) quien, con culpa o sin ella, me hizo pagar años de un peaje carísimo. Venía religiosamente 3 tardes a la semana a buscarme a casa, para llevarme a pasar el día con él -lo cual, cuando era una tarde de nosotros, realmente era una delicia y de las cosas que mas atesoro de nuestro breve tiempo compartido- más usualmente esa tarde incluía a una señora mal encarada, que me odiaba por el simple hecho de existir, y dispuesta siempre a martirizarme las tardes. Es que yo tenía madrastra. Nunca entendí porque ella me miraba con esos ojos de odio, tampoco por qué enseñaba a mi media hermana a detestarme, como si yo fuera el enemigo. Lo que menos entendí era como Don Víctor parecía ignorar todo eso, o se empeñaba en que actuáramos como la disfuncional familia felíz que no eramos... pero que solíamos actuar para su delicia y mi pago de peaje.

A mi me encantaban las tardes en que nos íbamos a nadar, porque entonces estábamos Don Víctor y yo, sin peaje. Solo padre e hija. También nos íbamos en vacaciones a la capital, de compras, de museos, de bibliotecas y a hacer trámites al fuerte. Don Víctor era militar. A veces ella salía de la casa, mientras nos sentábamos mi padre y yo a leer a Mark Twain o a merendar en el jardín. Yo amé mis tardes de peaje libre y son tesoros que conservo como joyas en mi memoria. Son de esos momentos donde él fue dejando semillas de valores, de consciencia y de vida en mí.

Nada dura para siempre, y mi tiempo compartido con Don Víctor estaba destinado a ser breve. Una noche cerró los ojos para no volver a abrirlos. Lloré mucho, muchísimo. Más al salir del último funeral -aquí se hacen 9 funerales, se pueden dar cuenta de lo al revés de este país- me dí cuenta que esa mañana de domingo era la última vez que pagaba peaje por quererlo. Ya no tendría que fingir al saludar a esa mujer y su hija -ellas nunca fueron mi familia- para no hacerlo sufrir a mi padre, ya no tendría que soportar lo insoportable, ya no tendría que defenderme. Era libre, libre para quererlo, aunque fuese en los recuerdos.

Debe ser por eso que adelante, yo quiero querer sin casillas de impuestos a mitad de camino entre un abrazo o un beso.

2 comentarios:

  1. Hay tantos peajes que pagamos, incluso creyendo que con eso hacemos bien, y muchas veces el resultado es pernicioso. Bellísimo post, amo esos post confesionales donde el autor deja un poco de su aprendizaje.

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  2. Karla,
    Sí la vida está llena de peajes, esas cosas molestas que hacemos por los demás en contra de nosotros mismos. Yo quiero a la gente como es, con el pasado -que no me importa- y con el presente, con sus cosas bellas y sus rincones obscuros, así libremente y sin imposiciones... y solo quiero igualdad de condiciones. Ya no quiero ir en contra de mí misma para querer a alguien, se me acabaron las monedas para dejarlas en los peajes.

    Gracias por leer las cosas que pasan en este mundo.

    Un abrazo

    Vicky

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