sábado, 4 de diciembre de 2010




Despierto, me encuentro sus ojos obscuros, cabello revuelto y esa sonrisa de felicidad cuando me abraza. Creí era todo luz... pero los que van a saquear siempre sonríen. Él ha bajado la guardia tras un par de besos -o una docena, no importa- luces apagadas, calma para emerger todo lo escondido, los monstruos en el closet y fantasmas en la guarida, las heridas sangrantes del pasado manchan mi piel, es imposible encriptarlos en sus pecas.



En cada frase pronunciada el príncipe se me convierte en sapo. Quiero huir de esa buhardilla, borrarme de los labios cada beso, quitarme de la mirada el brillo y zafarme de ese asfixiante abrazo. Humo negro destila su boca, no quiero ensuciar mi desnudez con su odio ¿Nos duchamos? pregunto esperando que el agua pudiera limpiar todo el asco que voy sintiendo, y sin esperar respuesta salvo los escasos metros que me separan del jabón, como si la espuma pudiera disolver la grima...

Esta ropa no viste el vacío, ni el maquillaje cubre la decepción. Él sigue creyéndose príncipe y yo destierro fantasías encendiendo un cigarrillo, mi auto y la radio a la vez.

2 comentarios:

  1. me gusta mucho, sobre todo, el desenlace, pro su forma de caer como un alud que fue acumulando tensión hasta la abrupta despedida.

    Como texto que raya en la prosa poética está bien, como texto narrativo debería presentarnos más acciones, aunque no fueran más que mínimos movimientos en el marco de esos momentos de desencanto.

    ¡salud!

    j

    ResponderEliminar
  2. Gracias Jesús,
    Por tomarte el tiempo de leer y comentar esta entradita. Tengo un montón de ideas acumuladas que iré tratando de convertir en historias. Voy a trabajar en la narrativa, en las acciones y movimientos en los textos futuros.
    Un abrazo,
    V.

    ResponderEliminar